lunes, 30 de septiembre de 2013

Callejones sin salida

Estando en el pozo cometí un error de pensamiento. Creí que, como la pérdida de  embarazo me llevó a ese pozo, la única manera de salir de él era volver a quedarme embarazada. Y ya toda mi vida giró en torno a esto. Sí, me obsesioné.
 
 
Volvimos una vez más a Reproducción Asistida y esa vez en lugar del gine seco y antipático estaba la gine que me detectó mi primer ectópico. Le contamos todo nuestro periplo y le pedí que nos estudiaran, que buscaran por qué me quedaba embarazada y luego no iba bien. En un principio se mostró reacia ya que, según el protocolo (otra vez el protocolo), para las pruebas de aborto de repetición debía haber pasado por tres abortos y en mi caso los ectópicos no se consideraban abortos, así que sólo contaban una pérdida. Me eché a llorar y le dije que cómo podían esperar a que tuviera otra pérdida o dos para hacer este estudio, que cómo me arriesgaba a buscar otro embarazo con todo lo que había pasado y sin saber si había algo que estaba mal. Y accedió. Nos pidió todas las pruebas pertinentes (genéticas, cariotipos, trombofilias, etc.)
 
Ya estábamos en el año 2010. El tiempo pasaba. Cuando empecé tenía 30 años y me faltaba poco para cumplir los 34. Y ahí seguíamos.
 
Tuvimos que esperar para los resultados y yo estaba ambivalente. Por un lado no quería que hubiera un problema por si conllevaba algo más perjudicial, pero por otro deseaba que hubiera un problema  que explicara el por qué de nuestra "mala suerte" (que era el diagnóstico que seguían barajando).
 
 
Salió todo perfecto. Todo bien. Cuando volvimos a Reproducción Asistida de nuevo estaba el gine de siempre al que no le sentó bien que nos hubieran realizados las pruebas de abortos de repetición. Él seguía sustentando que lo que había ocurrido era una cadena de infortunios y que debíamos seguir probando. Que los ectópicos era porque a lo mejor la trompa no funcionaba todo lo bien que debiera y el aborto era algo sumamente frecuente en las mujeres y me había tocado a mí. De nuevo nos propuso Inseminación Artificial, pero nuevamente se acercaba el verano y nos dijo que empezaríamos en septiembre.
 
 
Y volví a tener un retraso...
 
Y volví a tener un test positivo...
 
Y volví a perderlo...
 
 
pérdida embarazo


jueves, 26 de septiembre de 2013

El pozo

Hicieron falta dos legrados para poder vaciar mi útero. Estuve tres días en el hospital y para casa. Físicamente no hizo falta mucho tiempo para recuperarme, psicológicamente... creo que todavía estoy en ello.
 
 
Y caí.
 
 
Fue tal el mazazo que tenía pesadillas con el legrado, los médicos, el embarazo,...
 
 
No recuerdo mucho de esa época. Sólo tristeza y el sentir que no vivía, que me arrastraba. No tenía ganas de salir, no tenía ganas de ver a la gente, no tenía ganas de hablar, ni de que me hablaran. Sólo me sentía segura en mi casa. Pero había que trabajar, había que relacionarse, había que vivir. Y lo que hacía era ponerme la máscara. Me disfrazaba de Valeska e intentaba seguir con mi vida, seguir siendo quien era, pero cada vez me costaba más.
 
 
 
 
 
Habían pasado tres años desde que empezamos en esta aventura, había rozado tres veces el sueño, pero se me había escapado entre los dedos.
 
La máscara se resquebrajó, no pude llevarla más tiempo, no podía sonreír cuando por dentro me estaba muriendo. Tenía recuerdos dolorosos y pensamientos negativos sobre mí misma y mi futuro como madre. Como no podía llevar la máscara dejé de hacer aquello que no quería y antes me obligaba: salir, relacionarme, sonreír... Y la gente no lo entendió. Sentí que me exigían que estuviera bien, me decían que no pasaba nada, que ya vendría, que lo del cáncer era peor, que yo era fuerte, que había pasado tiempo. No respetaron mi duelo, sólo sentí el apoyo de mi chico, mi hermana-prima y alguno más.
 
 
Y el tiempo fue pasando y el pozo seguía siendo oscuro y frío...
 
 

 
 



martes, 24 de septiembre de 2013

¿Y ahora qué hacemos? Protocolo, protocolo y más protocolo...

Cuando todavía no habían pasado los seis meses del ectópico, volví a reproducción asistida. El diagnóstico siguió siendo el mismo: "has tenido mala suerte, quizás la trompa no funcionara bien, pero te has quedado embarazada".
 
No me hicieron ningún estudio más, simplemente me daban cita para después del verano para comenzar con la Inseminación Artificial. Seguían aplicando el protocolo, era lo que tocaba después del omifín.
 
A toro pasado todo se ve de otra manera, pero yo en ese momento confiaba en los profesionales y creía en lo que me decían. Además, como ellos me espetaban, si quería ser madre, me tenía que arriesgar, así que dije que sí.
 
 
Y ahora viene uno de los misterios de la vida que la ciencia no puede resolver. Durante el verano se cumplieron los seis meses del metotrexate, así que dejamos de utilizar protección en las relaciones y ¡¡sorpresa!! ¡¡Me quedé embarazada!! Pero bueno, antes con todo mi aparato reproductor me costó un año y medio y ahora en un mes ¡¡bingo!! Me lo expliquen...
 
 
¿Nos dio alegría? Por supuesto ¿Nos acojonamos? Muchísimo. Pero yo seguía pensando que no podía tener tan mala suerte, que alguna vez tenía que ir bien. Y me repetía como un mantra: a la tercera va la vencida, a la tercera va la vencida, a la tercera va la vencida.
 
 
Me hicieron la eco muy pronto, para descartar otro ectópico. No me podía subir a la camilla de lo que me temblaban las piernas. Aguanté la respiración y escuché: "mira, ahí está el saco, está en tu útero". Casi me desmayo de la emoción. ¡¡Por fin!! ¡¡Esta era la buena!! Y respiré...
 
 
Mi chico y yo estábamos contentísimos, se lo dijimos a todo el mundo. Y todo el mundo se alegró por nosotros. Todos los días hablábamos de la suerte que habíamos tenido, a punto de hacernos la IA, y no había hecho falta.
 
 
A la semana aproximadamente me hice otra ecografía por mi seguro privado. Allí ya pudimos ver cómo latía el corazón. Qué emoción, no podía dejar de llorar. Es una sensación indescriptible, ver que hay una cosita dentro de ti con su corazón latiendo. Es maravilloso.
 
 
A las dos semanas estaba citada por la Seguridad Social para hacerme otra ecografía. Fui con mi chico y mis padres, aunque sólo pasamos mi chico y yo. Me tumbé nerviosa, deseando de ver de nuevo a mi peque. La ginecóloga me hizo la eco y empezó a mover el ecógrafo, y a mover y a mover y no decía nada. Yo no podía ver la pantalla desde donde estaba, así que no sabía si era normal o no que tardara tanto. De repente me preguntó si me había hecho alguna ecografía donde hubieran detectado el latido. Y le dije que sí, intuyendo que algo no iba bien. Siguió moviendo el ecógrafo y cuando lo retiró me dijo: "lo siento, pero se le ha parado el corazón. Hace una semana que está muerto. Hay que hacerte un legrado. Ahora mismo te preparo los papeles para tu ingreso".
 
No me lo podía creer. Minutos antes había estado rellenando en la sala de espera la suscripción para "mi bebé y yo" y resulta que no había bebé. Me eché a llorar, la enfermera me abrazó (a día de hoy le sigo agradeciendo su abrazo sincero) y me dijo que lo sentía mucho. Mi chico me miraba con los ojos llenos de lágrimas y sólo me decía "te quiero, cariño. Te quiero, cariño". Nos fuimos a la sala de espera y la sonrisa de mis padres se borró inmediatamente cuando nos vieron llegar abrazados y llorando. Cuanto dolor se respiraba en esa habitación...
 
Pérdida de embarazo
 


lunes, 23 de septiembre de 2013

¡¡Y funcionó!! Pero...

Llevábamos dos meses con el omifín-temperatura-día X-patas parriba. Y tuve un retraso.
 
 
Al principio no quería hacerme ni el test porque el primer mes también se me retrasó y luego vino mi querida amiga, pero este mes era diferente. Había estado apuntando la temperatura y sabía cuando había ovulado y habían pasado más de dieciocho días desde la ovulación.
 
 
Me acuerdo que era medio día y se lo comenté a mi chico. Me dijo que por qué no me hacía uno de esos tests baratunos que me había comprado por internet, por descartar. Y lo hicimos. Mojé la tira y la dejamos en el cuarto de baño. A los cinco minutos volvimos y...
 
 
 
 
Una línea muy débil, casi invisible, pero ahí estaba... ¡¡¡POSITIVO!!! No nos lo podíamos creer. Saltábamos de alegría, los dos llorando, abrazados. Sé perfectamente el día que me lo hice. 19 de marzo, día del padre. Llamé al mío y le dije: "papá, tengo un regalo para ti, ¡vas a ser abuelo!" Se puso a llorar y mi madre gritando.
 
 
Pasaron los días y mi chico y yo estábamos en una nube de felicidad. Lo comunicamos en Reproducción Asistida y nos dieron fecha para la primera ecografía, pero... no llegué.
 
 
Un día en el trabajo, alrededor de las seis semanas de embarazo, me empecé a encontrar mal. No eran náuseas del embarazo, aunque tenía ganas de vomitar. Además los dolores que a veces tenía como de regla se habían agudizado y se habían localizado en la parte derecha. Me fui a Urgencias, temblando, repitiéndome a mí misma que esta vez tenía que ir bien, que no iba a tener tan mala suerte de repetir, que las pruebas habían salido correctas y no tenía problemas.
 
 
Pero todo fue mal. Me hicieron una beta que salió positiva, pero al hacerme la ecografía no veían nada en el útero, y con los valores de la beta debería de verse. En ese momento yo ya sabía que de nuevo tenía un ectópico y no me podía creer que me estuviera sucediendo de nuevo. Parecía una pesadilla...
 
 
Y efectivamente fue otro ectópico. Pero este no fue tan sencillo como el primero. Me pusieron una dosis de metotrexate, pero no funcionó, el embrión no paraba su crecimiento. Me pusieron otra dosis de metotrexate y tampoco funcionó. Entre medias me entero de que mis cuñados, de una noche de juerga, se han quedado embarazados. Un polvo, un embarazo. Como debería ser. Nos llevaríamos dos semanas. Perfecto.
 
 
Durante esos días yo entraba y salía del hospital. Me ingresaban y me daban el alta, pero volvía porque me empezaban los dolores y me daba miedo que me reventara la trompa. Hasta que un día, estando ingresada, el ginecólogo me intentó reconocer y no pudo. Me dolía muchísimo, no podía casi moverme.  Salió corriendo de la habitación, vino con más médicos o enfermeros o yo que sé lo que eran y un celador con una silla de ruedas y el ginecólogo sólo repetía ¡¡a quirófano!! ¡¡a quirófano!!
 
Cuando desperté me dolía todo. Tenía el suero pinchado en vena, una sonda y un drenaje a la altura de mi ovario. Se acercó un ginecólogo y me dijo que el ectópico se había complicado, y que me habían tenido que quitar la trompa y el ovario derecho. No me lo podía creer ¿la mitad de mi aparato reproductor? Él me tranquilizó diciendo que no me preocupara, que siempre ovularía por el izquierdo, por lo que mi fertilidad había quedado intacta. Los cojones (y esta vez no me disculpo). Además me contó que había aprovechado para hacerme una laparoscopia y comprobar que mi útero y la otra trompa estaban bien y que efectivamente todo estaba correcto.
 
No embarazo, no trompa, no ovario. Y otros seis meses de espera por el metotrexate...
Y el embarazo de mi cuñada viento en popa. Y vuelvo al trabajo y mi compañera me dice que está embarazada. Y yo empecé a sentir que me perdía en el laberinto...
 
 
 
Pérdida de embarazo y esterilidad
 
 
 


viernes, 20 de septiembre de 2013

El que espera...

El ectópico se resolvió con una dosis de metotrexate. El problema del metotrexate es que es durante un período de seis meses no puedes volver a quedarte embarazada ya que puede provocar anomalías en el feto.
 
Así que... seis meses de espera. Es desesperante intentar ser madre y que, después de intentarlo durante año y medio y casi conseguirlo, tengas que volver a poner medios para no quedarte embarazada. Desesperante y muy contradictorio.
 
Durante esos meses me realizaron la histerosalpingografía y al poco tiempo tuve una nueva visita en reproducción asistida. Le comentamos lo del ectópico, pero no le dio importancia "eso pasa a veces, has tenido mala suerte".
 
La histerosalpingografía salió bien, así que volvieron a aplicar el protocolo. Nos mandaron omifín y relaciones programadas. Debía tomarme la temperatura todos los días y apuntarlo en una gráfica y apuntó con una "x" los días que debíamos mantener relaciones. También nos recomendó la postura del misionero y que luego me quedara unos 20 minutos con las piernas hacia arriba. (Yo creía que esto eran leyendas urbanas, pero este gine parece que tenía este método). En fin, más romántico todo... Y yo que soy de ir contracorriente, el día de la X no me apetecía y el que no debíamos estaba que asaltaba a mi chico. Pero cumplimos. Vaya coñazo de tomarme la temperatura, vaya coñazo de X, vaya coñazo de misionero y vaya coñazo de "patas parriba" (perdón por la palabra coñazo, pero no encuentro una mejor).
 
Y entre pitos y flautas, mejor dicho, entre la espera del metotrexate, la histero, la nueva consulta y demás, habíamos llegado al 2009.
 
 

jueves, 19 de septiembre de 2013

Mi primer ¡¡UY!! o cómo rozar tu deseo con la punta de los dedos

Lo primero que me gustaría hacer es poner un poco de orden en cuanto a fechas y acontecimientos, para poder seguir avanzando en mi historia.
 
Resumiendo:
 
- Operación de melanoma: Año, 2001. Edad, 25 años.
- Casamiento: Año, 2002. Edad, 26 años.
- Inicio de búsqueda: Año, 2006. Edad, 30 años.
- Derivación a fertilidad: Año, 2008. Edad, 31 años.
 
Y después de este inciso, seguimos...
 
Mi chico se hizo el seminograma y nos dieron los resultados. Había salido algo "justillo". No era nada grave, pero tampoco estaba para echar cohetes. De hecho nos dijeron que con esos resultados podía quedarme perfectamente embarazada. Evidentemente empecé a pensar que el problema estaba en mí, pero quedaban meses para poder hacerme la histerosalpingografía, así que estábamos estancados hasta entonces.
 
A los días de esto empecé a manchar marrón a mitad de ciclo. Era la primera vez en 20 años que me pasaba algo así. Además me dolía en la zona del ovario derecho y me pareció extraño. Tengo un problema con los dolores, enfermedades y demás, y es que mi primera reacción es esperar a ver si se pasa sin hacer nada y si ya veo que la cosa no mejora entonces ya me tomo alguna medicación o voy al médico. Pues eso hice. Pero como pasaron un par de días y no sólo no se me quitaba, sino que iba a más, pues decidí ir a Urgencias.
 
Nunca jamás había ido a Urgencias del Materno. De hecho me fui a Urgencias del Hospital General y de allí me derivaron al Materno. Cuando entré a consulta había un ginecólogo muy joven y le conté lo que me ocurría. Me trató mal. Me mal trató. Me dio un bote para que orinara y hacer prueba de embarazo. Di el bote y me hizo una eco. Nada más meter el ecógrafo le dijo a la enfermera: "¡tira la orina que a esta no le pasa nada! ¡Si está ovulando ahora!" Cuando me vestí me dijo que lo que tenía era un Spotting. Al ver mi cara de ¿pero eso queesloquees? me explicó de malas maneras que era un manchado normal entre reglas, que le pasaba a muchísimas mujeres (ya, ya, pero a mí no...) y que "eso te pasa por observarte tanto. Como dice mi madre, el que se busca, se encuentra". Me hizo sentir como una mierda y tonta de mí hasta le pedí perdón por hacerle perder el tiempo. Y me fui.
 
Al cabo de la semana la situación no mejoró y el dolor iba a más. Un día mi chico y yo fuimos a andar y cuando volví a casa había calado las bragas y el pantalón de ese fluido marrón. Y, a pesar de que era la última cosa que quería hacer en el mundo, volvimos a Urgencias.
 
Por suerte nos tocó una ginecóloga bastante diferente. Me pidió una beta, que no tenía ni idea de lo que era (luego me iba a hartar). Y... salió positiva. Cuando nos lo dijo no podíamos creerlo ¡¡estaba embarazada!! Pero inmediatamente nos dijo que no iba bien, que esos manchados indicaban que no era evolutivo y que sospechaba que podía ser ectópico.
 
Y lo fue. El spotting era un embarazo ectópico. El embrión se había quedado en la trompa, había anidado allí, y eso era lo que me provocaba el dolor y el sangrado marrón.
 
pérdida de embarazo
 

martes, 17 de septiembre de 2013

Mis primeros pinitos en reproducción asistida o cómo dejar de ser persona y convertirse en un número

Sinceramente me daba vergüenza (es que soy muy vergonzosa. Rectifico, era) ir a la médico de familia y contarle que mi chico y yo mambeábamos más que a gusto y ningún soldadito había cortejado a ningún óvulo medio despistadillo. Pero lo hicimos. Nos derivó a la Unidad de Reproducción Asistida y, en menos de dos meses teníamos cita. ¡¡Guau!! esto va rápido.
 
 
Estaba contenta, por qué negarlo. El haber leído en internet, foros y demás, me había agobiado un poco ya que mi imaginación había echado a volar y me creía tener toda clase de impedimentos para quedarme embarazada. De repente mi chico no iba a tener espermatozoides, yo tenía las trompas obstruidas, o no ovulaba, o... Así que pensé que íbamos a conocer qué pasaba y que sería el primer paso para dar con la solución y quedarme embarazada.
 
 
Primera cita: sala de espera atestada de parejas, no podemos ni sentarnos. ¿Pero todos vamos al mismo sitio? Pues sí. Y en mitad de la sala un cartel bien grande con la siguiente leyenda: "La hora de la cita es aproximada. Por favor, tengan paciencia". Tras realizar un breve sondeo me doy cuenta que más de la mitad de las parejas estamos citadas a la misma hora, así que... toca esperar.
 
 
Cuando entramos, el ginecólogo no levantó la vista de los papeles en toda la consulta, que duró menos de diez minutos. Era seco, poco empático y cortante. Me hizo una eco en un plis plas y nos mandó realizar un seminograma para mi chico y una histerosalpingografía para mí. Protocolo puro y duro. Pero como yo me había leído por internet el protocolo y sabía cuales eran las pruebas rutinarias que mandaban, le pregunté si no era conveniente realizar también un análisis hormonal. Me ladró que no hacía falta, que si yo tenía la regla todos los meses significaba que ovulaba sin problemas y eso era todo lo que él necesitaba saber.
Todavía estoy intentando encontrar la teoría o autor que defiende que tener la regla todos los meses implica no tener problemas ovulatorios. Por favor, si lo encontráis, ¡¡decídmelo!!
 
 
Pedimos cita para las pruebas y nos dieron un mes para el seminograma y ¡¡siete meses!! para la histerosalpingografía.
 
 
Y hasta luego Lucas.
 
 
infertilidad


lunes, 16 de septiembre de 2013

Mi búsqueda o cómo la ignorancia te da la felicidad

Mi chico y yo decidimos esperar casi cinco años antes de lanzarnos a la búsqueda. Preferíamos dar margen a la pesadilla vivida y, además, éramos jóvenes, tampoco teníamos prisa.
 
Durante esos años fuimos muy felices. Como dije en mi primera entrada era "asquerosamente feliz". Nos lo pasábamos muy bien, salíamos todos los fines de semana, en cuanto podíamos nos escapábamos a alguna ciudad cercana, o a hacer turismo rural, o a la playa. Y en vacaciones nos dedicábamos a recorrer Europa. Poco a poco, el fantasma de mi enfermedad se fue alejando y nos empezamos a plantear que había llegado el momento de ser padres.
 
Recuerdo que acordamos que, cuando pasara la feria de nuestra ciudad, dejaríamos de tomar precauciones y nos pondríamos a la búsqueda. Esto fue en el año 2006.
 
Pasó un año desde nuestra decisión y no me quedé embarazada. Y ahora viene una puyita para todos aquellos bienintencionados que te espetan en la cara a las primeras de cambio que lo que te pasa es que estás obsesionada/estresada/nerviosa. Durante ese primer año no tenía ni idea de ovulaciones, días fértiles, temperaturas ni nada parecido. No controlaba cuando me tocaba la regla ni me ponía a llorar cuando me venía. Simplemente pensaba: "bueno, pues otro mes será", y seguía con mi vida. Feliz como una perdiz. Nadie sabía que estábamos buscando, queríamos que fuera una sorpresa el día que dijéramos que estábamos embarazados, así que si alguien preguntaba le decíamos "todavía no, estamos muy bien".
 
Al año de búsqueda me metí en internet y encontré un foro en el que había más mujeres con el deseo de tener un hijo, y allí empecé a leer posts sobre ovulaciones, mocos cervicales, días fértiles y como controlaban el ciclo. Aluciné, sinceramente, pero aprendí mucho. Y también averigüé que si llevas un año manteniendo relaciones sin protección y no te has quedado embarazada, quizás podría haber un problema o, por lo menos, deberías consultar al médico para comprobar que todo está bien.
 
Y eso hicimos. A los 15 meses de iniciar la búsqueda fuimos a nuestro médico de familia para exponerle nuestra situación.
 
 

domingo, 15 de septiembre de 2013

Mi breve idilio con el cáncer o cómo un lunar te puede cambiar la vida (II)

Pues allí nos encontrábamos en consulta, cuando el médico soltó la bomba: "Tienes cáncer de piel. Dentro de los cáncer de piel existen diferentes tipos y tú tienes el más maligno. Es un melanoma y hay que operarte lo antes posible".
 
 
Creo que no fui consciente de lo que me dijo. O sí fui consciente, pero en ningún momento se me pasó por la cabeza que mi vida peligrara. Algo tan pequeño como un lunar no podría ser tan poderoso. Simplemente pensé que me operaría y se acabaría todo.
 
 
A los dos días me operaron. Me quitaron el melanoma y casi todo mi talón ya que debían reseccionar parte sana por seguridad. Dolía mucho, mucho, pero el verdadero golpe llegó después.
 
 
Resulta que cuando te extirpan un melanoma, deben analizarlo para ver la medida y espesor que tiene y, dependiendo de esto, se acaba todo o hay que hacer más pruebas. Pues bien, mi medida y espesor tenían un nivel bastante elevado, por lo que la lucha continuaba. Todo esto me lo dijo el dermatólogo, con muy buenas palabras, con tono tranquilo, con buen ánimo. Debía someterme a otra intervención para ver si tenía células cancerígenas pululando por mi cuerpo. Tiempo después, mirando internet e investigando sobre lo que me ocurrió, fue cuando me hice consciente de que la operación a la que me sometí era nada más y nada menos que para ver si tenía metástasis. Puff, con la de años que han pasado y se me acaban de poner los pelos de punta...
 
 
Es evidente que si estoy escribiendo el blog es porque la intervención salió bien y estaba limpia (¡¡vivaaa!!), desafiando a toda probabilidad ya que, según estadísticas, el grado que tenía de melanoma solía estar extendido por el cuerpo. Después de esto, curas dolorosas, revisiones trimestrales, y muchas ganas de volver a la normalidad y seguir con mi vida. Conseguí aprobar el máster, los cursos de doctorado, nos dieron el piso dos meses antes de la boda y nos casamos un precioso día de septiembre en la misma ermita que lo hicieron mis abuelos y mis padres.
 
 
Peeeeeeeero, y aquí es donde empieza mi historia en la búsqueda de nuestro hijo, tenía que tomar las siguientes precauciones: Evidentemente, nada de sol y seguir con mis revisiones y, mínimo durante dos años, y mejor si eran cinco, nada de hormonas porque el cáncer es hormonodependiente. Esto incluía métodos anticonceptivos y... un embarazo.
 
 


sábado, 14 de septiembre de 2013

Mi breve idilio con el cáncer o cómo un lunar te puede cambiar la vida (I)

Corría el año 2001 y con mis 25 añitos estaba dispuesta a comerme el mundo. Faltaba menos de un año para casarme, y tenía bastante lío ya que los fines de semana tenía que irme a más de 400 km de mi ciudad a seguir con el segundo año del máster, además estaba también con el doctorado y había comenzado a dar clases en una academia para ganarme un dinerillo. Y la boda, claro. El gran día que se aproximaba y el piso que habíamos comprado mi chico y yo todavía no tenía fecha de entrega...
 
 
Antes de toda esta vorágine, como un año antes o más, noté que en el talón del pie me había salido una especie de lunar-verruga algo extraño, que me picaba, pero no le di más importancia. A mi padre también le salió algo parecido en el pie y fue al médico. Resulta que tenía una verruga plantar y le mandó unos parches. Como estaba liada con el primer año de máster y el doctorado en la universidad, decidí que yo tenía lo mismo y me puse los mismos parches que mi padre, pero el resultado no fue el mismo. Mi padre se curó la verruga, y a mí se me quedó ese lunar extraño.
 
Mi madre me preguntaba de vez en cuando por el lunar, y yo le decía que ahí estaba, que a veces me picaba, pero no le daba importancia. Mi madre sí. Y no hacía más que insistir que fuera al médico, una y otra vez, pero yo lo iba dejando y dejando, hasta que mi madre, sin decirme nada, me pidió cita con el dermatólogo y con ella en la mano me dijo: "vas a ir, y punto". Y claro, ante semejante argumento, como iba a negarme...
 
Llegó el día de la cita, había pasado más de un año desde que me salió el extraño lunar y recuerdo que esa tarde tenía academia y tenía que prepararme la clase, así que le dije a mi madre que me venía muy mal ir al médico, que estaba muy liada. Pero me dio otro argumento y tampoco pude negarme: "te vienes ahora mismo porque lo digo yo".
 
Así que allá nos fuimos mi padre, mi madre y yo. Confieso que me daba vergüenza ir al médico por un lunar, pensaba que me iba a decir que por qué iba por esa tontería, que había cosas más importantes, yo que sé... Pero en cuanto entré, le dije lo del lunar y me lo examinó con una lupa, al médico se le torció el gesto. No me dijo nada, era un médico bastante simpático y cercano, y tan sólo dijo que iba a tomar una muestra para analizar el lunar y que en quince días tendría los resultados. ¡¡Joder, lo que me dolió cuando me cogió un trozo de mi lunar!! Tuve que volver al coche andando con el pie de puntillas, no podía apoyar el talón. 
 
Seguí con mi rutina, y a los dos días de la visita me llamó mi madre por teléfono a casa de mi chico: "Valeska, vente lo antes posible, nos ha llamado el dermatólogo y tenemos que ir a consulta ahora mismo"

 

viernes, 13 de septiembre de 2013

La pre-búsqueda o cómo la felicidad inundaba mi vida

Recuerdo especialmente una situación que describe perfectamente mi vida antes de iniciar el camino hacia la maternidad...
 
Por motivos laborales dos compañeras de trabajo y yo habíamos pasado el día en una ciudad costera y, tras terminar nuestras obligaciones, nos dimos a la devoción de dar un paseo por la playa mientras hablábamos de lo divino y lo humano. Y de repente, me giré hacia ellas y les solté: "lo que voy a decir va a sonar mal, pero es así. Soy asquerosamente feliz".
 
Decía Tolstoi que "Mi felicidad consiste en que sé apreciar lo que tengo y no deseo con exceso lo que no tengo" y esto era lo que me sucedía en ese momento.
 
Me sentía tremendamente afortunada en todos los ámbitos de mi vida:
 
- Estaba casada con el amor de mi vida: Con 19 años conocí a mi marido, la mejor persona que he conocido nunca. Siempre tiene una sonrisa, siempre tiene un abrazo, siempre tiene una palabra de apoyo. Llevamos juntos 18 años y cada día que pasa estoy más enamorada de él. Es mi compañero, mi roca, mi todo.
 
- Tengo una gran familia, incluida la de mi marido. Me siento querida por todos y es muy grande  poder decir esto. Incluyo a mis abuelos, tíos y primos. En especial a mi hermana-prima (más hermana-prima que prima-hermana).
 
- Estoy trabajando en lo que he estudiado. Después de formarme, estudiar carrera y máster, me escogieron para un puesto en el que no tenía experiencia laboral. Once años después sigo en este trabajo.
 
- Después de haber pasado por un cáncer, me sentía más viva que nunca, pero este capítulo lo desarrollaré más extensamente en otra entrada, ya que marcó el inicio de mi búsqueda.
 
Resumiendo: me sentía feliz, feliz, feliz.