Cuando una pareja se plantea la maternidad/paternidad lo último que debería esperar es que algo que debería de convertirse en un proceso de ilusión y alegría se convierta en un camino de amargura y sinsabores.
Somos conscientes de que hay personas con problemas de fertilidad, escuchamos casos de tal o cual pareja que ha tenido que ir a una clínica, que se ha inseminado, que ha tardado años, que ha pasado por abortos, pero se queda en un mero comentario. En un dato olvidado en poco más de lo que dura esa conversación. Hasta que te toca a ti.
Entonces haces una compilación de todos esos casos que has oído pero no escuchado intentando recordar el final, el periplo, si te dijeron qué clínica, si lo consiguieron... algún dato que pueda arrojar luz sobre si algún caso que te han contado puede asemejarse al tuyo y puede marcarte el camino de hacia dónde debes ir. Y, evidentemente, recurres al mejor contador de historias, intimidades y cotilleos infértiles: Don Google.
Cuando empiezas a recorrer el camino tienes la esperanza de que el tuyo sea corto y poco complicado, que tengas que pasar un bache y quizás tropieces con una piedra. Y resuenan en tu cabeza casos que han tardado 4, 5, 6 y hasta 10 años, con decenas de tratamientos a sus espaldas, fracasos, éxitos que terminan en fracasos,... Y piensas que tú no podrías pasar por eso.
Cuando comienzas a darte cuenta de que tu camino quizás era más complicado del que pensabas dejas de mirar el camino. Te centras en cada bache, en cada curva, cada cuesta y piensas que a lo mejor tú sí eres una de esas mujeres que no lo va a tener fácil. Que vas a tener que luchar más de lo que pensabas y que esa maternidad tan idílica quizás la consigas después de pasar un tormento.
Y conforme ese camino se va ensortijando y de repente se vuelve en un ascenso interminable lleno de hoyos, precipicios, y escaladas permanentes es cuando te parece que lo que estás viviendo debe de ser lo más parecido a estar en el infierno.
Yo he conseguido escapar de allí, lo he logrado. Hace más de dos años que tengo a mi hijo y aún así estoy cansada de ser infértil. No logro dejar de verme a través de esa lente y me hace seguir sintiendo un poco "minus válida". Si alguien me preguntara si veo a una mujer menos válida o menos mujer por tener problemas de infertilidad, respondería de manera rotunda "¡por supuesto que no!" Si alguien me diera a entender que por no haber tenido a mi hijo "como el resto de los mortales" es porque no soy tan mujer como las demás contestaría de manera más que airada que no sólo no soy menos sino que puede que incluso más porque he tenido el coraje de pasar todo lo que he pasado por llegar a ser madre. Pero si me inspecciono a mi misma, el resultado que encuentro no es este.
Estoy abriendo mi corazón. A mi todo el proceso me ha dejado tocada. Ni mucho menos hundida, pero sí tocada. Y empiezo a no querer recordar como he conseguido ser madre. No me refiero a la ovodonación, sino a toda mi historia hasta conseguirlo. Estoy un poco harta de revivirla. Y lo que antes me llenaba de orgullo y me hacía pensar en lo luchadora y fuerte que soy, ahora se está transformando en un gran hastío y un pensar "quiero ser normal".
Siete años. Cinco embarazos malogrados. Una trompa y un ovario perdidos por el camino. Docenas de intervenciones y pasos por quirófano. Cientos de pruebas. Miles de exploraciones en mis adentros. Meses de intentos "por lo natural", 2 meses con omifín, 1 FIV, 4 ciclos de ovodonación. Pero lo más importante: desesperanza, desilusión, tristeza, impotencia, frustración, más tristeza, más desesperanza, autoenfado con mi cuerpo, desesperación, más tristeza...
Y todo esto me vuelve de manera cíclica. Cuando alguien me saca el tema, cuando alguien me comenta un caso, cuando me entero de una pérdida... Y se está convirtiendo en una losa.
Sé de dónde me está viniendo todo esto. Cada vez que voy al ginecólogo para hacerme eco o tener un control de embarazo me toca contar toooooooooooooooooooooodo lo que he pasado hasta llegar a ser mamá (que digo yo que les costaría leerse lo que pone en el ordenador) y con eso vuelven las sensaciones, el regusto amargo en el paladar, el revivir anímicamente mi historia. Y serán las hormonas del embarazo o que estoy más susceptible, pero es como un estoque en mi corazón que van removiendo y removiendo y removiendo. También me influye lo que pasa a mi alrededor (no voy a ahondar en esto porque estoy muy sensible, pero me refiero a gente que conozco que reciben negativos o pierden su positivo ¡¡ánimo!!). Por otro lado me escribís muchas contándome vuestras historias, buscando un hálito de esperanza. Historias realmente tremendas que me remueven muchísimo y me hacen pensar que sí, que yo gané la batalla, pero no se vence la infertilidad porque una haya sido madre. La infertilidad te abandona y se va aposentando en otras mujeres a las que les tocará lidiar con esta contrincante tan complicada. Y me imagino lo que estáis pasando y a lo mejor lo que todavía os queda por pasar y me hace sentir tanta impotencia, tal sentimiento de injusticia, que muchas veces tengo que dejar que pasen unos días para poder contestaros como se merece vuestro padecer. Y ojo, espero que me sigáis escribiendo y preguntando y desahogando!!
Total, tanto tiempo en silencio para hacer una entrada bloggerterapéutica y sacar toda la mierda que llevo dentro.
Y como no quiero mezclar churras con merinas y hablar de mi embarazo en esta entrada de "vómito emocional", ya haré otra contando como va mi embarazo.