miércoles, 30 de octubre de 2013

Bandera blanca

Entre ecografías, legrados y más ecografías había pasado el verano de 2012. En ese verano perdimos nuestro quinto embarazo, nuestro soñado viaje a New York y, lo más importante, las ganas de volver a intentar ser padres.
 
 
La primera medida que tomamos fue precisamente tomar medidas. Estábamos tan asustados,  que no queríamos un nuevo embarazo, así que decidimos mantener relaciones con protección. Que contradictorio, que rabia, que desconcertante...
 
 
En septiembre me realizaron una histeroscopia diagnóstica para ver mi útero por dentro. Fue algo molesto, pero soportable. No vieron nada anómalo. Todo estaba correcto.
 
 
Mi chico y yo hablamos. Teníamos que tomar decisiones. En este punto del laberinto yo tenía más que claro que estábamos completamente perdidos, pero estaba asumiendo que no encontraríamos la salida. ¿Y tan malo es? ¿Qué pasa si nos hacemos a la idea? Vale que es increíble lo que nos espera al otro lado, pero ¿quién nos asegura que podamos lograrlo? Estábamos exhaustos y nos empezamos a plantear que, estando los dos juntos, podíamos ser felices en aquel laberinto. Dolía la derrota, pero es que la batalla nos estaba despedazando, y no se veía el final de esta guerra.
 
 
Llevábamos seis años luchando, cinco embarazos perdidos y mucho sufrimiento. Y si esto pesaba, más pesaba levantar la vista y ver el futuro oscuro, difuso, sin soluciones ni respuestas. No podíamos más.
 
 
Mi chico estaba más que dispuesto a dejar de luchar. Por él hacía tiempo que lo hubiera dejado. Por mí estaba al pie del cañón, en las trincheras, dispuesto a comenzar nuevas lides si se lo pedía. Él era feliz sin hijos, era importante, pero, como me decía, no a cualquier precio, no a costa de mi salud, no por encima de todo. Para él por encima de todo estaba yo. Nosotros. Y yo... yo sí podría ser feliz sin hijos, pero sabía que tendría para siempre ese dolor, esa herida abierta que, a la mínima, sangraría y escocería. Quizás con el tiempo se fuera mitigando, pero siempre me acompañaría. Pero poder... podía.
 
 
En ese momento lo único que quería era pasar página. Necesitaba avanzar en mi vida. Todos estos años habían transcurrido alrededor del objetivo de ser madre. Ese era el centro y todo lo demás giraba en torno a él. Y había llegado el momento de descentralizar, de comenzar a asimilar que mi miedo a no tener hijos iba a ser una realidad, visualizar mi vida sin hijos, pero con un marido maravilloso, una familia estupenda y todas las ventajas que puede tener tu vida si no tienes hijos.
 
 
Y os digo una cosa, si valiente es seguir luchando, más valiente es tomar la decisión de dejarlo. Para eso sí que hace falta valor. Necesitaba desprenderme de la tremenda losa que llevaba a cuestas y que cada vez iba pesando más y más y más... Comprendí que no era rendirse, sino liberarse.
 


domingo, 27 de octubre de 2013

Complicaciones

NOTA: Quisiera advertiros que lo que cuento en esta entrada no es muy agradable y puede herir vuestra sensibilidad porque a veces es demasiado explícito, pero necesitaba contarlo porque también forma parte de mi historia.
 
Esta quinta pérdida, además de lo dura que fue por lo que significaba y por la incertidumbre que la rodeó durante semanas, fue dura por todo lo que pasé para poder "limpiarme" (que feo suena, no encuentro cómo describir lo que significa legrar).
 
 
En mi tercera pérdida necesité dos legrados para poder vaciar mi útero. Primero me metían unas pastillas que, supuestamente, te hacen dilatar y ayudan a que comience el proceso de perder el embrión. Supuestamente. Porque mientras mi compañera de habitación gemía, se retorcía de dolor y sangraba (la pobre) por las dichosas pastillas, a mí parecía que me habían metido lacasitos. Ni un dolor, ni una mancha. Fresca como una rosa. Cuando me bajaron a quirófano no pudieron hacerme el legrado porque tenía el cuello del útero duro como una roca. Me desperté pensando que ya todo había terminado y me encontré que todo seguía igual. Al día siguiente volvieron a darme las pastillas aumentándome la dosis. Y mi reacción la misma. Cero dolores y sangrado. Pero sí me lo hicieron y ahí se acabó todo...
 
 
Esta vez comenzó todo igual. Volvieron a ponerme la medicación y yo no sentía absolutamente nada. Me bajaron a quirófano y, cuando desperté sentía una presión muy grande dentro del útero. Me dolía y no me encontraba bien. Estaba en reanimación y se lo comenté a la primera que pasó por allí, así que me pusieron analgesia. Al rato me preguntaron que cómo me encontraba y yo les dije que me dolía menos, pero que seguía sintiendo mucha presión dentro del útero, una sensación muy molesta y extraña. Les pregunté que si me habían hecho el legrado y me contestaron que antes de subir se pasaría el ginecólogo y hablaría conmigo. Y pasó el ginecólogo y me preguntó como me encontraba y le dije lo mismo, que me dolía menos pero que sentía algo en el útero. Me comentó que habían intentado hacerme el legrado, pero que por mucho que lo habían intentado no habían podido. Que al forzarme habían dañado y me habían puesto una venda compresiva (o algo así, no recuerdo muy bien la nomenclatura) porque había empezado a sangrar mucho por la lesión. Llamó a una enfermera, me dijo que abriera las piernas, que tomara aire y que cuando ella dijera lo expulsara. ¡¡Madre mía lo que sacó de dentro!! Con razón tenía esa presión. ¡Si tenía una sábana entera metida! Cuando tiró de ella parecía que me vaciaba por dentro, qué sensación más mala, por favor. Y encima tenía que pasar otra vez por quirófano porque no habían podido legrarme...
 
Al día siguiente volvieron a bajarme a quirófano y esta vez sí pudieron hacerlo, pero cuando me iban a dar el alta me hicieron una eco y vieron que quedaban restos. Aún así, me mandaron para casa, pero con unas gotas que facilitarían que expulsara lo que quedaba. Debía volver a la semana para que me controlaran como iba todo. Me llegué a tomar dos botes de las gotas que me recetaron y seguían viendo que no estaba limpia, hasta que un día me empezó a doler mucho la barriga, como de regla pero a lo bestia, y expulsé un montón de coágulos. Y se acabó todo.
 
Me daba la sensación que todo era complicado para mí, no sólo el embarazo, sino todo lo que conllevaba mi sistema reproductivo: ectópicos que terminaban sin trompa ni ovario, abortos con dobles legrados,...
 
Mucha tralla para mi cuerpo. Había pasado cinco veces por quirófano por mis pérdidas y seguíamos igual. O peor porque ¿quién nos aseguraba que esto no podía volver a suceder?
 
 

martes, 22 de octubre de 2013

De eco en eco y tiro porque me toca...

Tengo dos maneras de contar este quinto embarazo. La primera es dar pelos y señales de todas y cada una de las ecos que me hicieron. La otra es hacer un resumen para que no sea tan larga y tediosa la historia.
 
 
He elegido la segunda. Hoy no tengo un buen día. Mi hermano se casó en septiembre y este sábado nos anunciaron que están embarazados. A la primera (cómo me sigue escociendo esto, aunque sea mi hermano). Pero ayer fueron a urgencias porque mi cuñada empezó a sangrar (ya no sangra, parece que todo está perfectamente), y me removió muchas cosas, así que no me encuentro con fuerzas de profundizar en esta parte de mi historia.
 
 
¿Cuántas ecos me hicieron en total? No lo sé. Sé que la siguiente ecografía que me hice en Urgencias me dijo el gine que el saco y la vesícula habían crecido, pero no se veía embrión. Me hicieron beta y correspondía a la imagen ecográfica. Ya empezaron a insinuar que quizás no fuera evolutivo. Yo lo sabía. Tenía un máster en ginecología y desarrollo embrionario, sabía que no era normal como estaba evolucionando el embarazo. Me citaron para una semana después y, si seguía igual, legrado.
 
A la semana fui a urgencias con mi maleta hecha para ingresarme. Me hicieron eco y me dijeron que no me iban a hacer legrado, que se veía embrión, aunque era muy pequeño y no había latido. Me citaron para una semana después y, si no había crecido, legrado.
 
Y así me tiré no sé las semanas. Con la maleta para arriba y para abajo y esperando a que se decidieran a ingresarme. Que si esta semana ha crecido el embrión, que si estamos en el límite para que haya actividad cardíaca, que todavía no se detecta actividad cardíaca pero tenemos que asegurarnos, que puede que sí, que puede que no, que patatín, que patatán... ¡¡Fue horrible!!
 
Hasta que finalmente pasó lo que tenía que pasar. Nunca llegó a latir, o nunca detectaron latido. Así que... quinta pérdida y otra vez a quirófano.
 
Y empecé a darme cuenta de que se había instalado un pensamiento, como una certeza, en mí. Vamos a ver Valeska ¿quieres más pruebas para darte cuenta de que el destino, la naturaleza o lo que sea te está gritando que no lo intentes más? ¿Qué no está para ti engendrar y parir un niño? ¿Es que no te das cuenta? ¡Déjalo ya!
 
 


viernes, 18 de octubre de 2013

Embarazada. Primera eco...

Cuando alguien está buscando un embarazo, se hace un test y le sale positivo salta, ríe y llora de alegría.
Cuando alguien está buscando un embarazo, se hace un test y le sale positivo, pero ha pasado por cuatro pérdidas... las cosas cambian.
 
 
Al ver el positivo del test, mi chico y yo no sabíamos cómo reaccionar. Mirábamos el test, nos mirábamos el uno al otro y sólo nos salía decir que cómo había podido pasar esto (hombre saberlo lo sabíamos, jejeje, pero ya me entendéis por donde voy...).
 
 
Vale que la FIV hubiera salido negativa, ¿pero dos ovos negativas y luego por nosotros mismos, a la primera, sale positivo? Pero esto que es ¿una broma? ¿alguien está jugando con nosotros? ¿tenemos nuestro propio show de Truman sin saberlo y había que subir audiencia?
 
 
Estábamos en shock. No sabíamos ni lo que sentir, pero sí había algo que desde el positivo se instauró con nosotros. El miedo. Miedo a ilusionarnos, miedo a que fuera mal, miedo a que se repitiera la historia, miedo a sufrir, miedo, miedo, miedo... Pero yo me decía: vamos a ver, cómo va a ser así de cabrón el destino. Cómo va a permitir que pasemos por todo lo que hemos pasado y ahora nos regale un embarazo totalmente inesperado para luego quitárnoslo. No puede ser, ¡¡sería el colmo de la hijoputez!!
 
 
Esta vez iba a ser yo la protagonista de esas historias que te cuentan cuando te cuesta tanto tener hijos. "Pues tú no desesperes que yo conozco a una que después de años de intentarlo, de varias pérdidas y tratamientos, cuando ya no sabía hacia donde tirar, se quedó embarazada sin esperarlo y por fin fue madre". Era lo que tenía que ser. Cualquiera que hubiera escrito el guión sobre mi historia, ese sería el final perfecto. La apoteosis. TENÍA QUE SER.
 
 
Pedimos cita en el privado porque quería que me vieran lo antes posible. Aún así, me dieron para casi una semana después. Semana en la que me miraba las bragas cada microsegundo para ver si manchaba y me restregaba el papel higiénico como si no hubiera un mañana. Y llegó el día de la primera ecografía. Tenía ganas de vomitar, y no era un síntoma del embarazo, era de los nervios que me estaban comiendo. Cuando me subí a la camilla casi me tienen que agarrar entre mi marido y la enfermera porque no me sujetaban las piernas. Me hizo la eco y me dijo que, según la imagen, estaba de dos semanas menos de lo que correspondía, pero que debido a los tratamientos y la medicación podría haber tenido una ovulación tardía y de ahí ese desfase. Sólo se veía el saco y la vesícula vitelina, cuando ya debería de verse el embrión y el corazón latiendo.
 
 
Me quedé hecha polvo. No quería agarrarme a esperanzas, ni ilusionarme ni nada, no estaba lo suficientemente fuerte como para pasar por esa incertidumbre, esperar, desesperar, ecos, analíticas... 
 
 
El gine me comentó que esperara una semana y volviera a hacerme una eco para ver como evolucionaba, pero que fuera a urgencias del Materno, que él estaría allí.
 
Una semana de infierno. Estaba embarazada, pero no sabíamos si en la siguiente ecografía iría hacia adelante o volvería a pasar por otra pérdida.
 
 
 
 


miércoles, 16 de octubre de 2013

¡¡Un premio!!

Pues interrumpo la historia de mi búsqueda porque resulta que me he encontrado con la grata sorpresa de que mi querida Rath, del blog piruleta&patatona me ha hecho partícipe de un premio, y me ha hecho muchísima ilusión.
 
Rath y yo nos conocemos de hace tiempo gracias a un foro, y luego hemos seguido en contacto a través de las redes sociales, así que me hace especialmente ilusión que haya sido ella precisamente la que me haya ofrecido este regalo. Además fue ella la que me inspiró para escribir mi blog, así que esto también tengo que agradecérselo (y muchas cosas más, pero eso ya es parte de nuestra historia)
 
El premio en cuestión es este
 
 
 
Estas son mis respuestas:
 
1- Cuando fue la ultima vez que escribiste una carta?
     El pasado mes de septiembre. Los destinatarios fueron mi hermano y mi cuñada, el día de su boda.
 
2- Cual crees es tu mayor defecto?
    Estar demasiado apegada a la norma y pretender que los demás sigan las reglas que yo creo que son las correctas. Lucho a diario por no hacerlo.

3- Que es lo más loco que has hecho por amor?
    Hacerme 200 km. para estar juntos unos minutos. Pensándolo mejor no sé si es lo más loco, o lo más friki, pero me casé por la Iglesia por mi chico, siendo atea confesa.

4- Que es lo que más valoras de una persona?
    La sinceridad bien entendida. Ser sincero no significa tener que ser cruel.

5- Cual es tu finde perfecto?
    Cualquiera que pase con mi chico. Me lo paso genial con él.

6- Algo imprecindible con lo cual no podrias vivir?
    Mi chico, jajaja. Ahora en serio, no sé si podría vivir sin internet porque no he hecho la prueba. Creo que estoy un poco enganchada...

7- Qué tres cosas te llevarías a una isla?
    A mi chico. Ah no, que son cosas, jejeje. Pues protección solar pantalla total, folios y lápiz (o libreta y bolígrafos) y una foto con todos mis seres queridos.

8- Por qué te animaste a escribir un blog?
    Porque empecé a leer a Piruleta&patatona y pensé que yo también podía dar un mensaje de esperanza a todas aquellas personas que lo están pasando mal en su búsqueda.

  9- Cuál es tu receta estrella?   
    Tengo buena mano con los bizcochos, aunque últimamente he probado con el risotto y no se me da nada mal, sobre todo risotto con setas y parmesano.   

10- Tienes alguna manía incapaz de reprimir?   
    Hasta los 15 años me mordía las uñas. Ahora no lo hago, pero cuando estoy nerviosa me levanto la piel de alrededor de la uña del dedo gordo con la uña del dedo corazón o con los dientes. No sé que es peor...   

11- Un pecado confesable..seria?
     Soy un poco cotilla. No en plan de ver Sálvame ni nada de eso, sino que me gusta que me cuenten cosas de los demás. Yo jamás pregunto, ni tampoco revelo lo que me cuentan, pero me activo cuando alguien empieza la frase diciendo "¿no te has enterado de que fulanito...?" Releyendo creo que más que cotilla soy un poco marujilla, jajaja.
 
Pues ya sabéis un poquito más de mí. Ahora queda la segunda parte del premio que es seleccionar a 11 candidatos y hacerle 11 preguntas. Para eso necesito tiempo porque casi todos los blogs que conozco ya han recibido este premio, así que tengo que navegar por los mundos blogueros para ver a quién le toca esta vez.
 
Aprovecho para decir que nunca pensé que escribir un blog me reportaría tanta satisfacción a pesar de que mi historia no es muy alegre. Ver que hay personas que te leen, que comentan, que te apoyan... Eso sí que es un premio.

martes, 15 de octubre de 2013

Una nueva vuelta de tuerca

Después del último negativo de ovo, sin congelados, y con el ánimo por el suelo, llamamos a la clínica para informarles. El chico de recepción nos dijo que informaría a la doctora y nos llamarían para hablar con nosotros.
 
 
Todavía estoy esperando la llamada. Para mí que ya no les interesábamos. Les habíamos bajado las estadísticas de logros y tampoco podían hacer mucho más. ¿Otra ovo? ¿Y por qué había fallado esta? ¿Mala suerte de nuevo? Ese diagnóstico ya lo tenía muy escuchado y estaba harta. No quería más "rasca y gana", quería respuestas.
 
 
Mi chico y yo lo hablamos y decidimos aparcar todo esto durante unos meses. Estábamos muy tocados y necesitábamos reponernos de todo lo vivido. Nos creamos una nueva ilusión, un pequeñito parche para la gran herida que teníamos. Decidimos que ese verano haríamos el viaje que mi chico siempre soñó. Ya comenté en una de mis primeras entradas que nos gusta mucho viajar, pero siempre lo habíamos hecho por el viejo continente. Esta vez atravesaríamos el charco. Nos íbamos a New York.
 
 
Si hay algo que me gusta casi tanto como hacer un viaje es prepararlo. Me empapé en foros, páginas de internet, y todo lo que veía para que fuera un viaje excepcional. Miramos vuelos, hoteles, excursiones, qué visitar, hicimos un planning diario, etc. La verdad es que nos sirvió para desconectar y olvidar un poquito todo lo relacionado con nuestro problema. New york era nuestro premio de consolación. Teníamos nuestras vacaciones en agosto y empezamos a preparar todo esto en mayo. Para junio ya lo habíamos organizado y teníamos todo preparado: vuelos, hoteles, permisos, etc.
 
 
Un sábado, como otro cualquiera, estábamos mi chico y yo comprando en un supermercado y pasamos por la sección de droguería. De repente me paré y me quedé mirando fijamente las compresas. Me dio un vuelco el corazón, ¿cuánto hace que no me viene la regla? Se lo dije a mi chico, pero rápidamente me acordé que en el anterior tratamiento de ovo también me tardó mucho en bajarme la regla por el decapeptyl. Como lo tenía todo apuntado, cuando llegamos a casa miré el tiempo que me había tardado en venir el período la vez anterior (creo que fue mes y medio o dos meses) y vi que lo había sobrepasado pero por poco tiempo. Mi chico se puso a sudar y le empezó a entrar la neura de a ver si me había quedado embarazada. Yo por un lado no me lo quería creer. Es que racionalmente no era posible. Había pasado por una FIV y dos OVO negativas, me habían diagnosticado baja reserva, mis óvulos eran unos churros ¿cómo iba a estar embarazada? Pero por otro notaba como una pequeñita esperanza se abría camino. ¿Y si yo era uno de esos casos en los que después de haber pasado por tratamientos lo conseguía natural?
 
Estuvimos el fin de semana comiéndonos la cabeza. Y fue mi chico el que dijo que no podía estar así, que el lunes nos hacíamos un test y descansábamos de la paranoia que teníamos encima.
 
Llegó el lunes y como por la tarde ninguno trabajábamos fuimos juntos a comprar el test, un clearblue por cierto, volvimos a casa, mojé el palito, lo dejamos en el cuarto de baño, volvimos a los cinco minutos y...
 
 
 
 

viernes, 11 de octubre de 2013

Esta vez sí o sí. ¡A por los conges!

Y ya íbamos por el 2012...
 
Resumiendo: desde el 2006 que habíamos iniciado la búsqueda habíamos conseguido recolectar dos ectópicos, dos abortos, una FIV negativa y una OVO negativa. Habíamos conseguido averiguar que el problema era mi fallo ovárico, aunque seguíamos sin obtener resultados.
 
 
Pero... (hay que mirar el vaso medio lleno), no es lo mismo una ovo negativa y se acabó, que tener una ovo negativa y te esperen cuatro preciosos embriones en el congelador. Pensamos que habíamos tenido mala suerte y en la clínica nos dijeron esto mismo. A la primera no, pero ya veréis como a la siguiente sí que lo conseguimos. Así que nos repusimos del batacazo de la primera ovo y depositamos todas nuestras fuerzas y esperanzas en la siguiente transfer.
 
 
Esperé a que me bajara la regla, que la verdad es que me tardó bastante debido al decapeptyl, y volvimos a la carga. De nuevo me pinché el decapeptyl y luego comencé con la progynova para poner el endometrio a punto.
 
La primera transfer cayó cerca de la Navidad, y la segunda fue justo en Semana Santa. Al descongelar los embriones, de los cuatro que había, uno no sobrevivió y quedaron tres, dos buenos y uno "tocaíllo". Ahí vino el dilema. ¿Qué hacemos? ¿Cuántos nos ponemos? Yo apostaba por los tres, para aumentar las posibilidades, porque quería quedarme embarazada, porque quería que esto terminara ya y quería ir a por todas. Mi chico no lo veía como yo, decía que era muy arriesgado, que teníamos que pensar que podían agarrar los tres y era muy peligroso. Consultamos con la doctora y ella nos dijo que "el tocaíllo" sería para ayudar a los otros dos pero que difícilmente se quedaría, aunque la decisión era nuestra.
 
 
Y nos pusimos los tres, con un par. Llegó el día de la transfer. Esa vez lo pasé fatal porque se retrasó la cosa y recuerdo que me hacía muchísimo pipí. Cada vez que apretaban el ecógrafo para poder ver la cánula creía que me hacía pis en la cara del gine. Me ponía tensa y al ponerme tensa dificultaba que pasara la cánula, pero finalmente se pudo hacer y fueron los tres para adentro.
 
 
Mi chico no hacía nada más que decir: madre mía como se queden los tres, madre mía como se queden los tres. Y yo pensaba, no creo, pero mira, si se quedan, a su casa vienen.
 
 
La betaespera se me hizo larga. No hacía más que buscarme síntomas para luego racionalizarlos y decirme a mí misma que eran por la medicación. Mi chico me preguntaba si me encontraba rara, si me notaba algo, y yo le decía que con la cantidad de hormonas que llevaba como para estar normal. Le hablábamos a nuestros embris, les pedíamos que se quedaran con nosotros, que les queríamos mucho, yo me acariciaba la barriga imaginándome embarazada.
 
 
Y llegó el tan ansiado y temido día. Al igual que la otra vez, como me pilla de paso, fui al laboratorio a hacerme la beta de camino al trabajo y, al igual que la otra vez, cuando salí del trabajo fui al laboratorio a por los resultados. Allí me esperaba mi chico, igual que la otra vez. Y nos dieron los resultados en un sobre, igual que la otra vez. Y el corazón me iba a estallar, me temblaba todo, como la otra vez. Y abrimos el sobre nerviosos perdidos, igual que la otra vez. Y vimos los resultados. Y fue negativo. Como la otra vez.
Pero hubo una primera vez para algo. Mi chico se derrumbó. Lloró. No podía creérselo. Miraba el papel una y otra vez y no daba crédito. Yo me mantuve entera, por esta vez se invertirían los papeles. Le abracé y  lloró más. Y lo soltó: ¿Por qué a nosotros? ¿Qué hemos hecho para esto? Y algo que me llegó al corazón: ¿Cuánto más vamos a pasar? Ya no puedo más.
 


martes, 8 de octubre de 2013

¡Pasamos a ovodonación!

Después del negativo volvimos a hablar con la doctora y nos preguntó que queríamos hacer. Nos comentó que, a pesar de todo, mi respuesta no había sido pésima. Habíamos conseguido dos embriones cuando otras mujeres ni siquiera llegaban a punción. Pero lo teníamos más que claro: OVODONACIÓN.
 
 
Llegaba el verano (parece que en mi historia siempre llega el verano, aquí se puede ver como va pasando el tiempo), así que decidimos que dejaríamos unos meses para que mi cuerpo descansara y estuviera a punto para recibir a los embriones. Además nos comentó la doctora que, por mis características físicas quizás tardarían un poco para encontrar donante, pero confiaba en que apareciera. Quedamos para después del verano y explicarnos mejor cómo sería el proceso y qué medicación tendría que tomar.
 
 
Todos los veranos mi chico y yo nos decíamos: vamos a aprovecharlo por si acaso el que viene estamos embarazados o ya tenemos aquí a nuestro bebé. Pero ese verano en especial pensábamos que esta vez ya iba a ser que sí, que para el siguiente iba a suceder, así que lo aprovechamos al máximo y no hacíamos más que hacer planes y hablar sobre la llegada de nuestro hijo. Lo veíamos real, cercano y estábamos ilusionadísimos.
 
 
Después del verano tuvimos la cita con la doctora, la cual me pautó toda la medicación que debía tomar cuando apareciera la donante. Justo cuando estábamos en consulta apareció la enfermera y dijo: acabamos de ver a una posible candidata para ti. Tiene tus características físicas, además es muy guapa (a mí esto me daba igual, pero bueno). Me puse a llorar de emoción. Esto era ya una realidad, cada vez estaba más cerca de mi sueño...
 
 
Pasaron un par de meses hasta que me llamaron para comentarme que ya iban a comenzar con la estimulación de la donante. Comencé con mi tratamiento, aunque ya antes me había pinchado decapeptyl para parar mi ovario. La progynova me sentaba fatal, me daban hasta taquicardias, y por la noche me despertaba totalmente empapada en sudor, pero merecía la pena, vaya que si lo merecía.
 
 
La transfer fue pocos días antes de Navidad. Fue algo mágico. Mi chico y yo cogidos de la mano mientras nuestros (porque ya eran nuestros) dos preciosos embriones de calidad A, eran recibidos por un endometrio estupendo y bien mullidito. Y nos quedaban otros cuatro embriones por si esta no funcionaba. Pero iba a funcionar, nuestra suerte tenía que cambiar.
 
 
En esta ocasión no tuvimos más remedio que contar a la familia que estábamos en tratamiento, pero no dijimos nada de ovodonación. La vez anterior se enteraron por casualidad una vez que ya teníamos el negativo, porque mi madre me vio los hematomas en la barriga de los pinchazos y me preguntó directamente si habíamos hecho un tratamiento sin decir nada. Esta vez lo dijimos porque no quería hacer muchos esfuerzos ni coger peso y, al ser Navidad, nos juntábamos toda la familia y mis sobrinos se pegan a mí como una lapa y me piden que juegue con ellos, que los coja, y no quería poner en riesgo a mis dos super embris. Les pedí que no me llamaran ni me preguntaran nada, que ya les avisaríamos con el resultado.
 
 
Pasó la Navidad y llegó el día de la beta. ¡¡Qué nervios tenía!! Fui al laboratorio a sacarme sangre y estuve toda la mañana nerviosa perdida. Durante la betaespera había sentido de todo, pero una vez más ¿cómo saber si es de embarazo o de la medicación? Sólo la beta podía sacarnos de dudas.
 
 
Después del trabajo quedé con mi chico en el laboratorio y recogimos los resultados. Nos lo dieron en un sobre. El corazón me iba a mil por hora, casi no podía ni respirar. Salimos del laboratorio y no aguantamos más, lo abrimos y... mazazo brutal. Negativo. Cero patatero. Nada de nada.
 


viernes, 4 de octubre de 2013

Quemando cartuchos... Primer tratamiento: Fecundación in Vitro

Desde que me dieron los resultados de los análisis hasta la siguiente visita a la clínica privada tuve tiempo de empaparme en foros y páginas de internet de lo que significaba tener alta la FSH y cuales eran nuestras posibilidades. Y por primera vez llegué a la palabra OVODONACIÓN.
 
 
Hay diferentes maneras de llegar a esta palabra y creo que es importante para entender que hay diferentes maneras de asumirla. Me explico. No es lo mismo que tengas 25 años y lleves un año intentando quedarte embarazada, vayas al gine, te hagas un análisis y te suelten que tus óvulos no sirven y son viejos y debes recurrir a una donante, a llevar cinco años buscando y cuatro pérdidas a la espalda, sospeches que hay algo que no está bien, te hagas los análisis, veas la FSH alta y sepas que a lo mejor debes recurrir a la ovodonación. No sé si estaréis de acuerdo. Para mí no fue un mazazo brutal. Fue un palo, evidentemente, pero no fue algo dramático. Entiendo perfectamente que para otras personas lo sea, incluso que haya gente que le cueste asumirlo o que no puedan llegar a dar el paso. Lo comprendo y lo respeto, pero no fue mi caso.
 
Lo hablé con mi chico y lo teníamos más que claro. De todas maneras teníamos que hablar con la doctora de la clínica para saber su opinión y qué nos aconsejaba ella. Fue sincera con nosotros, dijo que podíamos intentarlo con mis óvulos, pero que tendría un porcentaje de éxito muy bajo. Realmente tenía fallo ovárico precoz y ella sostenía que probablemente era la causa de mis pérdidas. Mis óvulos eran muy viejitos y no podíamos obviar que sólo me quedaba un ovario después de mi ectópico.
 
Tras hablar largo y tendido con ella tomamos una decisión. A pesar de tenerlo todo en contra, aunque sabía que era tirar dinero y era consciente de que tenía muy pocas posibilidades, intentaríamos una FIV con mis óvulos. Este iba a ser mi ritual para despedir mi maternidad genética, mi manera de calmar mi conciencia de que había quemado todos los cartuchos, de que había hecho todo lo posible antes de pasar a la ovodonación.
 
No sé la cantidad de medicación que me llegué a pinchar. Podría mirarla, lo tengo todo en una carpeta, pero prefiero no hacerlo. Sólo sé que no encontré a nadie en los foros que se pusiera tanta como yo. Nos gastamos muchísimo dinero en la medicación. Intentaron hacer responder lo máximo posible a mi ovario y, dentro de lo que cabe, mi pobre ovario no respondió del todo mal... Sacaron 4 ovocitos, de los cuales, después de fecundarlos, sólo siguieron adelante 2 embriones de calidad más que regular. Me los transfirieron a los tres días, tenían pocas células y se estaban dividiendo muy lentos, pero como dijo la doctora, de peores embriones han salido embarazos. Nunca se sabe...
 
No le dijimos a nadie que estábamos en tratamiento, así que en ese sentido me sentía relajada y sin estrés. La betaespera fue... pues la clásica betaespera: noto algo, no noto nada, pinchazos, tetas doloridas, ¿embarazo o medicación? Pasaron los días y me hice la beta y... NEGATIVO. Me lo esperaba, aún así, siempre te haces una pequeña ilusión de si tú serás uno de esos casos raros contra pronóstico que lo consigues. Fue una decepción, pero pequeñita...
 
 

miércoles, 2 de octubre de 2013

Buscando una salida

En este caso no hizo falta legrado. Fue un aborto espontáneo. Al poco de tener mi positivo empecé a manchar, cada vez más, hasta que se convirtió en un sangrado y se fue...
 
 
No le dijimos a nadie que me había quedado embarazada, así que tampoco supieron que había abortado. Cada vez contaba menos a la gente porque sólo notaba incomprensión y poca empatía.
 
 
Los gines no le dieron importancia. Estaba de muy poco y se lo tomaron más como un retraso en la regla que como un embarazo fallido. Y yo no entendía nada. Podía comprender (hasta cierto punto) que en una persona que nunca ha tenido una pérdida y sea su primer embarazo no le den importancia, pero con mi historial esto era un dato más ¿Cómo no lo veían?
 
 
Ahora me doy cuenta de que no tenían ni idea de qué hacer con nosotros. Me quedaba embarazada, lo perdía, pero todas las pruebas rutinarias de abortos de repetición estaban correctas. No tenían nada más que ofrecernos. Seguían empeñados en hacernos una Inseminación Artificial y yo pensaba que para qué me iba a hormonar y realizarme esta técnica si el embarazo ya lo conseguíamos nosotros solitos, que esa no era la respuesta.
 
 
Estuvimos varios meses en blanco, sin saber qué hacer hasta que finalmente decidimos buscar una segunda opinión y estuvimos mirando clínicas privadas. Donde vivimos, a pesar de ser una capital, no había ninguna, así que estuvimos indagando en la provincia de al lado que sí había dos o tres de cierto renombre. Finalmente nos decidimos por una que tenía muy buenas opiniones en internet y concertamos una primera cita.
 
 
La clínica no era muy grande, pero era acogedora y muy bonita. Me gustó la cercanía del personal y también el trato. Me sentí a gusto. Pasamos con la doctora y le contamos todo el historial. Evidentemente lo primero por lo que preguntó fue por las pruebas hormonales y se quedó patidifusa cuando le dije que nunca me las habían hecho porque consideraban que al menstruar todos los meses no había problemas de ovulación. Me mandó el análisis hormonal, también inmunológico, un seminograma para mi chico y me hicieron una eco.
 
 
Me hice la analítica por mi seguro privado, y en cuanto tuve los resultados supe que estaban mal. Había valores que se salían del rango, en concreto la FSH y la LH. Busqué qué significaban esos valores alterados en la enciclopedia médica "google" y ahí estaba el dardo directo a mi corazón: Insuficiencia ovárica, Fallo ovárico prematuro, Menopausia precoz...
 
 
infertilidad y menopausia precoz