sábado, 19 de diciembre de 2015

Y llegó una de las temidas preguntas...

Esto es redundar en una de mis entradas, pero es que precisamente una de las situaciones que expuse, pues que la he vivido esta semana. Toma ya...

Resulta que estábamos angelote y yo dando un paseo cuando, una vez más, y cada vez que salimos, estábamos delante de uno de los escaparates navideños que más le gusta al susodicho. Es un súper escaparate con un ciervo, búhos, ardillas y un mega árbol, todo adornado y todo nevado. Mi angelote flipa cada vez que lo ve y empieza a señalar y a decir en su media lengua todos los ingredientes de la estampa navideña.

En esto que se acerca una mujer, de unos 70 años y empieza a decir que qué gracioso, que qué guapo, que qué rubio. Y yo con mi sonrisa de oreja a oreja y ese orgullo que te sube y que si fuera un pavo real desplegaría las plumas de la cola todo lo que se pudiera desplegar y las pasearía para que todo el mundo las viera... Pues ahí estaba yo, con mi sonrisa, henchida a más no poder, cuando la mujer me mira y sin anestesia, sin cloroformo y ni siquiera un simple calmante me suelta: ¿Que es su hijo o su nieto? ¡¡¡Zasca!!! La sonrisa se me heló en la cara y mi cuerpo se desinfló como un globo que sueltan sin haberle hecho un nudo después de soplarle. Y como pude, le dije: pues no, señora, no es mi nieto, es mi hijo. Y me fui.

Me sentó realmente mal, luego al comentarlo por whatsapp con familia y amigos, pues todos evidentemente que si la mujer estaría mal, que estaba cegata, que no haga caso, que estoy muy bien... Pero lo dijo. Tenía la duda. Doy el pego de ser una abuela. Y yo pensando en otro hijo-nieto.

Luego me acordé de algo que me ocurrió cuando tenía unos 15 o 16 años. Me fui a pasear a mi hermano pequeño, mi primo y mi prima. Dos niños de 6 años y una niña de un añito o dos, que iba en carro. Y me fui a una tienda a comprarles unos gusanitos. Cuando fui a pagarle la mujer de la tienda me preguntó: ¿los tres son tuyos? Y yo me quedé alucinada de que una mujer adulta preguntara a una adolescente no sólo si era madre, si no si tenía tres hijos. Me reí y le dijo que no, que yo era pequeña, y me fui. Y por ahí lo voy a coger. Que hay gente que habla por hablar, que no se fija, que no calcula edades y que dijo eso como podía haber dicho que si angelote era niño o niña (esto sí que me lo preguntan mucho).

Y ayer viví una situación un tanto "extraña". Fui a comprar pan en un establecimiento que está fuera de mi barrio pero que me pillaba de paso, y la chica que me atendió me preguntó por la edad de angelote y al contestarle me dijo "¡como mi nieto!" Ojiplática que quedé. Pensé que había entendido mal porque para mí que la chica, como mucho, tenía mi edad. Pero me lo repitió. Mi nieto. Y tengo dos. No pude contener la pregunta en mi mente ni en mi boca "Pero ¿Cuántos años tienes?" "Voy a hacer cuarenta". "Mira, como yo" le referí.
Dos mujeres de 40 con vidas completamente diferentes. Ella abuela, yo madre casi reciente y con la operación hermanito en marcha. Y me sentí... no lo sé. 

Todavía no sé como me siento. Sólo que vuelve a retumbar ese "madre añosa" y todo lo que implica.


jueves, 17 de diciembre de 2015

¿Será ansiedad?

Creo que si me planteo en interrogación esta situación debe ser que no, pero no lo sé...

Esto no es un simple estar nerviosa, o muy nerviosa, es que hay momentos que no me encuentro bien, que me falta el aire, que noto un nudo en la garganta y en la boca del estómago que no se deshace por mucho que inspire/respire y beba agua.

Y para mí este no es el verdadero problema. Para mí es que no identifico causa alguna que haya derivado en este estado en el que me encuentro. Y esto me pone más nerviosa todavía. 

Pienso que estoy escribiendo esta entrada para intentar poner claras mis ideas. ¿Hay algo que me preocupa? ¿Es por el nuevo tratamiento? ¿Es por el trabajo? ¿Es por angelote? ¿Por todo? ¿Por nada? No lo sé. Disecciono mi vida y no encuentro nada perturbador. Evidentemente pasar de nuevo por querer ser madre me preocupa, pero ni la décima parte que cuando luchaba por ser madre antes de tener a angelote. El trabajo... pues trabajo es, épocas mejores y peores y ahora no estoy en las peores. Con mi chico bien, como siempre. No hay problemas a nivel de familia. La economía ni mejor ni peor. Salud, bien. Entonces ¿qué coj... me pasa?

Estoy de vacaciones. Diez días. Y esto empezó el segundo día de mis vacaciones. ¿Estará relacionado? 

Quizás debería de dejar el autoanálisis y pensar que ya se pasará, no centrarme en la causa y sí en qué cosas hacer para aliviar el malestar que siento. Pero es que a veces la "bola" es demasié para mi body. Me despierto con el corazón a 100.000 por hora. Siento como si algo gordo se me hubiera olvidado, o como si fuera a pasar algo muy grande. Una sensación extrañísima. Y luego conforme pasa el día va a peor. La opresión en el pecho aumenta y ya ni las respiraciones diafragmáticas me salvan. Luego por la tarde la cosa mejora, y si estoy con mi chico no me siento tan mal. Siento como alivio, como si en caso de que se cumpliera mi "premonición" por lo menos no me siento sola.

En fin, que quiero que esto se pase porque nunca me había sentido así y la verdad que no es nada agradable. Con la boca seca, las manos frías, dolor de cabeza, el corazón galopando y a punto de hiperventilar. Y paso de mirar internet que entonces sí que me da el pasmo.

Aun así yo sigo con mi vida diaria. No es algo que me vaya a impedir hacer las cosas que antes hacía, pero ¡qué desagradable coñe!

jueves, 10 de diciembre de 2015

Una cuestión de peso

Esta entrada no tiene nada que ver con la infertilidad (o sí), con el hecho de ser madre (o sí) ni con angelote (o sí).

Desde que a la tierna edad de 9 años me quitaron las amígdalas, mi cuerpo sufrió un gran cambio. Antes estaba como un espaguetti y pasé a ser un macarrón. De los gordos.

Y así estuve hasta los 16 años que, por comentarios ajenos a mí, y sobre mi cuerpo, decidí que ya estaba bien y quise volver a ser una espaguetti. Y lo conseguí, pero no de muy buenas maneras. Sencillamente cerré la boquita y adelgacé más de 20 kilos. Muy efectivo, pero nada sano, ni para mi cuerpo ni para mi mente...

Luego con la madurez me di cuenta de que este método no era bueno y me pasé a la comida sana y al deporte. Me enganché al spinning y a hacer bicicleta y esto me permitía cometer ciertas licencias con la alimentación. Llegaba el fin de semana y comía todo lo que me apetecía sin dar cuenta de si era pizza, patatas fritas o chuches. Lo quemaba todo con el deporte.

Pero llegaron los deseos de ser madre, los tratamientos, los embarazos perdidos e igual que se desmoronaban mis sueños se desmoronó mi cuerpo, mis hábitos y mi figura. Sé que es un problema "mental" el que tengo. Que como cuando tengo ansiedad. Que cuando tengo ansiedad como. Que me prometo todos los lunes volver al redil. Pero sigo sin conseguirlo.

Son días. O épocas. Antes del verano conseguí el mismo peso que antes de quedarme embarazada (después de 18 meses de haber sido madre), pero llegó el verano, llegó el pensar en volver a ser madre, llegó la cita con Juana Crespo, llegó el ver como real el nuevo tratamiento... y aquí estoy, con cinco kilos más que antes del verano.

Mi alimentación suele ser equilibrada. Tomo mucha verdura, todo a la plancha, me gusta más el pescado que la carne, no como fritos, ni dulces (esto no tiene ningún mérito es que no soy dulcera). Peeeeeero, de repente siento la punzada y voy a por patatas fritas, o me hago un bocadillo de jamón o arraso con lo que vea en la cocina (ainsssss). Y a esto se suma que me cuesta muchísimo perder peso y que no hago deporte (¿ir andando al trabajo, que está a 15 minutos, es deporte?).

Y se acercan las navidades, y empezamos con las comidas navideñas, del trabajo, de los amigos, de los cuñados, de los amantes de los encajes de bolillos... En todas me meten. Y yo un polvorón, un turrón o un mazapán lo perdono (ya digo que no soy dulcera), pero un paté, un hojaldre de puerros o unos "canapiés" es otro cantar. Y por supuesto todo regado con cerveza y un buen vino, y si puede ser terminado con una copa, vaya a ser que no haya ingerido suficientes calorías vacías.

Soy consciente de que nunca tendré el cuerpo de cuando tenía 20 años, pero ¡ay si perdiera 7 u 8 kilos!!

lunes, 7 de diciembre de 2015

¡Sí! Tengo derecho!!

Lo callaíca que estuve yo cuando pasamos por el tratamiento para tener a angelote y lo boca-chancla que me he convertido con esta segunda aventura. Y así me van las cosas...

Conste que decirlo sólo lo hemos dicho a la familia cercana, aunque me he guardado para mí cuando podría comenzar el proceso, refiriéndoles que la preparación del historial que me tiene que mandar IVI puede tardar hasta tres meses. Porque yo soy así, porque me agobio con el control (con todo el cariño) de mis allegados, porque preferimos vivir esto en nuestra soledad como pareja y como padres.

Pero lo saben. Saben que vamos a por el hermanito y aunque puedo decir que la mayoría se ha alegrado, hay un determinado sector que... ¡telita! Básicamente el mensaje que me hacen llegar es ¿no querías ser madre? ¿no lo eres ya? ¡¡pues para qué te metes en camisa de once varas!!

Y yo, que cuando no me espero ese tipo de comentarios, sólo me sale abrir los ojos, parpadear, y decir un "ea", que es lo más típico que se puede decir en mi tierra, me sorprendo a mí misma pensando: ¿tendrán razón? ¿me estoy complicando la vida? ¿estoy tentando la suerte? ¿me quedo quietecica y me quito de sufrimientos, nervios y sinsabores? Que de lo que hablamos no es de la complicación que puede resultarte el tener un segundo hijo, sino el tratamiento en sí.

Pero no. No soy diferentes, no soy anormal, no soy menos que nadie. Sólo soy infértil. Sólo necesito de la medicina para ser madre, y si quien me lo ha dicho tiene dos o incluso tres hijos, si esa persona ha podido optar por ser madre/padre en más de una ocasión ¿por qué yo no? ¿por qué me tengo que conformar? ¿porque se ha cumplido mi sueño? Pues sí, se ha cumplido, y hay gente que no se le va a cumplir y otra que sigue luchando para que se cumpla, pero tengo derecho a seguir cumpliendo sueños, o por lo menos de intentarlo. Y mi sueño es volver a quedarme embarazada, intentar de verdad disfrutar del embarazo, y volver a se mamá.

Como tú.