lunes, 23 de diciembre de 2013

Premio: Seven things about me

Pues tengo la gran satisfacción de haber recibido un premio y por partida doble.
 
Primero me lo otorgó la luchadora Katrina y recientemente ha sido mi querida Soñadora quien me lo ha ofrecido, así que muchísimas gracias a las dos y aquí van algunos datos más sobre mí...



 
 
1. Toco el piano desde los cinco años: He estudiado solfeo, piano y coral, pero no me dedico a ello. De hecho cuando me casé el piano se quedó en casa de mis padres ya que no cabía en mi minipiso y ya apenas lo toco. Una pena...
 


 
 
 
2. Tengo pánico a volar: Me encanta viajar, todos los años cojo avión y en ocasiones varias veces, pero aún así... Lo paso realmente mal. He llegado a llorar del miedo que he sentido, pero no renuncio a seguir conociendo ciudades.
 
 
 
 
 
3. Mi chico sólo ha tenido una relación seria y yo también. Hemos sido los primeros novios respectivos. Cuando lo conocí tenía 19 años y él 21. Yo había tonteado con alguno, pero él nunca había salido con ninguna chica, ni tonteado ni nada. Dice que me estaba esperando a mí, jejeje.
 
 

 
 
 
4. Soy una persona extremadamente tímida e introvertida. La gente cree que no, porque lucho a diario por superarlo, pero suelo tener las manos sudorosas y frías cuando me relaciono con los demás. El nivel de sudor y frialdad es inversamente proporcional al grado de cercanía de mi interlocutor. Tiendo a evitar reuniones sociales donde no conozco a nadie porque me produce un elevado estado de ansiedad.
 
 

 
 
 
5. Llevo ropa "low cost", pero me chifla la cosmética "high cost": soy incapaz de gastarme más de 40 euros (como muuuucho) en un pantalón, pero me encantan las cremas y el maquillaje y los perfumes y ahí sí que me gasto más de 40 euros (pero mucho más). Eso sí, nunca he ido a la esteticien a hacerme ningún tratamiento de belleza, ni siquiera a depilarme, que lo hago en casita. Pura contradicción. Además soy un poco desastre para la peluquería, no me gusta nada ir, así que aunque llevo mechas, a veces parece que son californianas a posta y no... es que lo voy dejando, y lo voy dejando...
 
 
 
 
6. Soy un poco maniática con el orden y la limpieza. Como algo esté descolocado o se haya quedado sin hacer no estoy a gusto, ni puedo descansar bien sentada en el sofá. Prefiero levantarme y hacerlo aunque esté reventada.
 
 
 
 
 
7. Vivo en Andalucía, aunque nací y crecí en Catalunya. Tengo parte de la familia en Andalucía y parte en Catalunya. Allí fui muy feliz y guardo muy buenos recuerdos. Aquí también lo soy y ahora más...
 
 

 

 
 
 
 
Pues ya sabeis un poquito más de mí

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Pasado, presente y futuro (reflexiones)

Después del tercer mes las semanas se fueron pasando con algo más de rapidez. Seguía teniendo miedo, pero ya no era tan agobiante como en el primer trimestre.
 
 
Y así llegamos al séptimo mes de embarazo, que es el que acabo de cumplir. Ahora mismo me está dando pataditas un niño que es lo que más quiero en el mundo. Tengo una barriga enoooorme, la gente cree que estoy a punto de parir. Y aún así, cuando me despierto por la mañana lo primero que hago es acariciar mi vientre para comprobar que esto no es un sueño. Me miro en el espejo, alucino con los cambios de mi cuerpo: mi pecho, mi barriga, la linea alba,... Todo el mundo me dice que estoy más guapa que nunca y quizás sea cierto porque me siento más guapa, más mujer, más femenina y más poderosa que nunca. Y aún así hay días o momentos que pienso si esto es verdad y si podré tener a mi niño en mis brazos.
 
 
La gente no quiere oir cosas tristes. Si alguien me pregunta como estoy y le digo que bien, pero que lo he pasado y todavía lo sigo pasando mal por todo lo que me ocurrió, no quiere escucharlo. Me dicen que olvide, que no piense en eso, que ya pasó y no le de más vueltas. Pero para mí es imposible. Dicen que cuando has pasado tanto para tener un hijo, cuando por fin lo consigues y le ves la carita se te olvida todo. Quiero creerlo, quiero creer que eso me pasará a mí, pero no sé, sinceramente lo dudo.
Quiero que quede claro que estoy súper feliz con mi niño, que soy inmensamente feliz, pero me sigue pesando mi historia. Y lo sé porque estando embarazada me he enterado de embarazos cercanos que ha sido llegar y pegar y me escuece, me sigue escociendo y me sigue dando envidia y sigo sintiendo las mismas cosas que cuando no estaba embarazada. Y me sigo preguntando por qué. Por qué algunas parejas se acuestan, echan un polvo, hacen el amor o como querais llamarlo y se quedan embarazados y tienen a sus bebés. Y por qué otras por más que lo intentan, por más tratamientos que realizan, por más sufrimiento que llevan a cuestas no lo consiguen o lo consiguen después de mucho padecer. Duele. A mí me duele.
 
 
Estoy casi al otro lado del laberinto, me está costando sangre (mucha sangre), sudor y lágrimas (millones de millones de lágrimas) llegar a la salida. He aprendido muchas cosas por el camino. He mejorado en muchas cosas, he madurado, he ganado en paciencia, he aprendido a relativizar otras tantas. Pero no, no compensa tanto sufrimiento. A mí no. Echo la vista atrás y estos siete años no puedo resumirlos en aprendizaje, crecimiento como persona y encuentro de nuevos valores. Lo que gana es la amargura, el sufrimiento, el padecer, la tristeza. Y eso que no siempre me he sentido así y he sido relativamente feliz, pero... la espina, siempre la espina.
 
Pero para que no parezca una entrada derrotista y triste, que yo no lo soy para nada, os dejo con mi super barriga de algo menos de siete meses. Me parece mentira cuando veo las fotos que esa sea yo, pero así es. Lo conseguí. ¿Podeis creerlo?
 
 
 
 


domingo, 8 de diciembre de 2013

Miedo, tengo miedo....

Hasta ese momento, en todos los años de búsqueda y de pérdidas, había aprendido a convivir con el miedo. Estaba tan acostumbrada a él que simplemente cuando llamaba a mi puerta le dejaba pasar, él se aposentaba en mi vida y yo intentaba ignorarle. Habíamos llegado a un equilibrio más que racional, ni yo le echaba de mi vida, ni él se apoderaba de la mía. Pero ese débil pacto se rompió. Desde el positivo el miedo se instaló sin pedir permiso, me avasalló, me inundó, me paralizó, me asfixió...
 
 
Yo intentaba hacer pequeños acuerdos con él. Nunca pretendí que se marchara porque sabía que iba a ser imposible, pero sí que me dejara respirar:
- Si me noto revuelta durante el día, es que el embarazo va a ir bien y entonces me dejarás tranquila.
- Si me toco las tetas y las tengo duras y me duelen, es que el embarazo va a ir bien y entonces me dejarás tranquila.
- Si en la próxima eco todo está correcto, es que el embarazo va a ir bien y entonces me dejarás tranquila.
- Si...
 
 
Y el miedo cumplía con su parte y bajaba su nivel de aprisionamiento, pero ese pequeño respiro era ínfimo. Se iba y al cabo del tiempo volvía y me recordaba:
- Has tenido embarazos en los que has estado revuelta... y lo perdiste
- Has tenido las tetas duras como piedras y doloridas... y lo perdiste
- Te has hecho ecografías donde todo marchaba bien... y lo perdiste
- Y lo perdiste, y lo perdiste...
 
Intentaba seguir dialogando con mi miedo, le decía que antes tenía problemas en el útero, y por eso los perdía, y como ahora no tengo problemas, no lo iba a perder. Pero el miedo se había vuelto rastrero y con menos escrúpulos que nunca y me contestaba ¿es que todas las mujeres que pierden el embarazo tienen problemas en el útero? Un alto porcentaje de embriones se pierden y no hay ningún problema, y te puede tocar a tí.
 
Y así pasaba los días, aterrorizada, suplicando que este embazo siguiera adelante porque si lo perdía no sólo perdería a mi bebé, sino que perdería TODO.
 
En la sexta semana fuimos a Valencia a hacerme una eco y allí estaba mi campeón latiendo a mil por hora. ¡¡Qué alegría!! ¡¡Qué alivio!! ¡¡Qué maravilla!! Lloraba como una magdalena, por la emoción, por los nervios, por todo. Comentaron que no teníamos que volver a Valencia, y nos dijeron que la próxima eco, que tendría que ser en la semana ocho, me la hiciera en el IVI más cercano de mi ciudad.
 
En la octava semana me hice la eco, iba fatal porque llevaba un par de días que notaba como mis tetas se habían deshinchado y porque la semana anterior había manchado marrón. Nos atendió el mismo médico que la otra vez, me alegré porque mostraba mucha empatía y además era alegre e incluso chistoso. Cuando mi chico le comentó que estaba asustada porque no me dolía el pecho contestó que eso era muy científico para comprobar que un embarazo iba bien, que había docenas de artículos en las revistas médicas más prestigiosas sobre falta de turgencia mamaria y viabilidad del embarazo. Me hizo reir y tranquilizarme, pero lo más importante, me hizo la eco y ahí seguía mi lenteja, creciendo y latiendo a todo trapo. Volvía a llorar de emoción y de alivio. Me dieron el alta en IVI, ya no tenía que ir más, pordía seguir el embarazo en mi ciudad.
 
A las 12 semanas me hice la eco por la Seguridad Social. No quise hacerme más ecos entre medias porque lo pasaba tan mal, TAN MAL, que prefería vivir en la ignorancia que pasar el mal rato de ponerme en la camilla y suplicar en silencio que todo fuera bien.
 
Y mi garbanzo seguía creciendo ajeno a todas mis emociones, miedos y paranoias. En esa eco pude verle moviéndose, girando, parecía un saltimbanqui, casi no puede medirle la translucencia nucal porque no paraba quieto. El médico maldecía por no poder coger una imagen clara y realizar las mediciones pertinentes y yo sólo podía mirar el monitor alucinada, embobada, hipnotizada por esa imagen de mi hijo moviéndose dentro de mí.
 
Salimos de esa eco contentísimos, no sólo por haber visto a nuestro hijo, sino porque oficialmente, había superado el primer trimestre.