Este es el título de uno de los libros que me leí durante el embarazo. A decir verdad me lo leí varias veces e incluso subrayé y puse marquitas en aquellas páginas que creí más relevantes. El libro es sobre la lactancia materna y está escrito por un pediatra muy reconocido. También me leí de este mismo autor "Bésame mucho".
Pero claro, una cosa es la teoría, y otra cosa es la práctica. Porque según la teoría, si te acuestas con tu chico y os dais amor sin poner ningún tipo de barrera, se supone que te sobreviene un bombo y a los meses un churumbel, pero ya hemos comprobado que esto no es así, por lo menos en mi caso. Y en mi caso tampoco funcionó todo lo que leí sobre lactancia.
Yo tenía más que claro que iba a dar el pecho. "Hasta que el niño quiera" decía yo orgullosa. Tenía un cojín de lactancia, discos de lactancia, crema para el pecho, etc. Y ni un solo biberón. Para qué, yo iba a dar el pecho, era tontería gastarse dinero en eso. Estaba harta de leer en ese libro y en internet que "todas las mujeres tienen leche", pero que había prácticas que se cargaban la lactancia, como no dar el pecho a demanda, meter "ayudas" con leche artificial y biberones, poner el chupete antes de instaurar la lactancia, etc...
Me sabía la teoría. Me la sabía. Y eso hacía yo. Dar el pecho a demanda. Y mi hijo lo demandaba, constantemente, sin parar, día y noche, sin tregua, sin respiro. Pero a mí no me importaba, sabía lo que tenía que hacer. Lo sabía. Pero los que me rodeaban me atosigaban, me decían que no era normal estar tanto tiempo al pecho, que eso era exagerado. Me decían que a ver si mi leche no le alimentaba, hasta mi padre me dijo que la mandara a analizar. Y yo, que tanto había leído, respondía con todo lo que había aprendido leyendo el mencionado libro y todo lo que había leído en internet. Tengo leche y todas las leches alimentan, todo lo demás es un mito.
Pero llegó la revisión de mi hijo, y saltaron las alarmas. Ya mencioné que mi angelote había perdido casi medio quilo en el hospital. Pues en ese tiempo que había transcurrido desde entonces, no sólo no había ganado peso, sino que había perdido 30 gramos. Me derivaron a urgencias para que le hicieran una analítica completa porque además seguía estando amarillo. Huelga decir que fui a urgencias llorando pensando que mi hijo estaba deshidratado o desnutrido o tenía algo peor. La pediatra que me atendió fue muy comprensiva conmigo. La analítica salió bien, la bilirrubina algo alta, pero no lo iban a ingresar. Pero, mi hijo tenía que hacer peso y me mandó suplementar con leche artificial. Yo sabía que esto podía cargarse la lactancia y lloraba a mares pensando en que mi hijo iba a dejar la teta pero claro, estaba en juego la salud de mi hijo. Y eso era lo primero. Cuando decía que algo le pasaba a mi hijo, no me equivocaba. Mi hijo tenía HAMBRE. Lloraba por hambre, porque, por lo que sea (a día de hoy sigo sin saberlo), no tenía suficiente con mi pecho. Cuando le dimos el primer biberón (durante esa toma yo lloraba como una magdalena al preparar agua con polvos), tendríais que ver como se lo tomó el pobre, qué ansias, con qué ganas. Y a partir de ese momento dejó de llorar y apareció mi ángel. A día de hoy me sigo martirizando pensando todo lo que tuvo que pasar el pobre por mi cabezonería. Y al ver las fotos de las primeras semanas se me saltan las lágrimas al ver lo delgadito que estaba, los bracitos que tenía, las piernas tan escuálidas. Qué ciega estaba, mi hijo estaba pasando hambre y yo seguía erre que erre con la lactancia.
A pesar de eso, tenía claro que no quería que dejase de mamar, así que empecé a buscar ayuda para ver qué pasaba con mi lactancia y qué podíamos hacer para que no se fuera al garete.